Father Demetrio’s First Homily at OLM

Good evening/morning.

I am Fr. Demetrio Penascoza, or you may call me Fr. Dee, for short. I am your new pastor. I was born and raised in the Philippines, and later on became a naturalized American citizen. I was ordained priest on October 19, 1986. So, by October this year, I will be 34 years in the priesthood.

My last three assignments were in the following places: New Zealand from 2008 to 2011; Riverton, Wyoming from 2011 to 2018; and in Douglas, Wyoming from July of 2018 to July of 2020. Douglas was my shortest assignment throughout my priestly ministry. Douglas was also my first assignment without a school. Before Douglas I was always involved in the school in various capacities.

I have been here twice already before my official assumption into office. During these two occasions it was impressed upon me that this parish is a challenging one. Some say that one of the reasons why I am being sent here is because of my management experience. I do have some formal training in this area, but I hope you won’t especially expect that of me. Otherwise, I would have applied for a specific managerial position other than being a pastor because it pays much more. No. I am not here solely because of my managerial skills. I am here primarily as your priest and pastor. Inspired by the words of St. Peter in the Acts of the Apostles 3:6 where he said: “Silver or gold I do not have, but what I do have, I give you. In the name of Jesus Christ of Nazareth, walk.” I also say: “I do not have the kind of wealth many of you may have. I am not here to compete with anyone’s expertise. I am not here to prove that I am the best. What I have is Jesus in my heart. And this Jesus is what I will share with you. May the personality of Jesus be stronger than ours so that we can all rise up and walk together in His name. The miracle of faith happens in an environment of trust, sharing, and compassion; and never, never, in an environment of division, of self-interest and mistrust.

I find it providential that the gospel during my first weekend mass is about the miracle of the 5 loaves and two fish. Because this miracle is so spectacular, we tend to forget that there is actually another miracle prior to the multiplication of the loaves and two fish. And there Jesus gave us the reason why he performed these miracles. The gospel said: “When he disembarked and saw the vast crowd, his heart was moved with pity for them…” Another translation puts it in this way: “As he got out, he saw the large crowd, and he had compassion on them…” So, the reason of the subsequent miracles was Jesus’ show of compassion. He was moved with pity. And this same verse continues: “AND he cured their sick.” This was the first miracle. It was not enough for Jesus to show concern and compassion. He got involved in the condition of the sick and found ways to change their lives. He walked his talk. He cured the sick.

After curing the sick, it was the turn of his disciples to show their concern to the crowd. And they did! They were worried of them because it was getting late already, and they were in a deserted place. It was a legitimate concern, isn’t it? But how did they walk their talk? By asking Jesus to “dismiss the crowds so that they can go to the village and buy food themselves.” Unlike Jesus, the disciples chose the easy way: “Dismiss the crowd.” They wanted to dismiss the crowd because they did not have enough money. They wanted to dismiss the crowd because they could not feed them all. They wanted to dismiss the crowd because they did not want to be responsible for those people. They wanted to dismiss the crowd because it would mean less headache for them. Yes, dismiss them Lord!

Don’t we also do this ourselves? When things do not happen according to our liking, when problems or discomfort arise and our own individual or personal interests are at stake, when we look at the concerns of others more as a burden, when we refuse to give something because we cannot get something out of it, oh yes, why not, dismiss them! As Pope Francis said: “If compassion is the language of God, so often human language is that of indifference.” I hope and pray that when you do not find me up to your high standards and expectations, you don’t call the bishop right away and ask him to dismiss Fr. Demetrio.

There is no perfect home, there is no perfect working place, there is no perfect parish. But these imperfections can be addressed if everyone brings in his or her share of bread or fish, that is, his or her share of gifts. And how true it is that the noisiest one is usually the person who does not even contribute. The solutions to many of our concerns and worries are just close by, or maybe within us. That is why Jesus told his disciples in our gospel: “give them food yourselves.” The food or the solution to our worries are just within our reach. All we need to do is to bring all our gifts to Jesus. It is his blessings that can multiply our gifts. It is because Jesus is the only one who is the source of unlimited resources.

As we develop compassion, our hearts open. And when our hearts are open, the grace of God can flow in abundance. All of us will have our fill, and there will be leftovers for us to give and share even more. Amen.
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Buenas tardes / mañana.
Soy el Padre Demetrio Peñascoza, o puede llamarme Padre Dee, para abreviar. Soy su nuevo pastor. Nací y crecí en Filipinas, y más tarde me convertí en ciudadano estadounidense naturalizado. Fui ordenado sacerdote el 19 de octubre de 1986. Entonces, para octubre de este año, tendré 34 años de ser sacerdote.

Mis últimas tres tareas fueron en los siguientes lugares: Nueva Zelanda desde 2008 hasta 2011; Riverton, Wyoming de 2011 a 2018; y en Douglas, Wyoming, de julio de 2018 a julio de 2020. Douglas fue mi tarea más corta durante mi ministerio sacerdotal. Douglas también fue mi primer trabajo sin una escuela. Antes de Douglas siempre estuve involucrado en la escuela en varias capacidades.

Ya he estado aquí dos veces antes de mi asunción oficial en el cargo. Durante estas dos ocasiones, fue entendido que esta parroquia era un reto. Algunos dicen que una de las razones por las que me envían aquí es por mi experiencia administrativa. Tengo un entrenamiento formal en esta área, pero espero que no esperes eso de mí. Si fuese así, hubiera solicitado un puesto directivo que no fuera ser pastor porque paga mucho más. No. No estoy aquí únicamente por mis habilidades gerenciales. Estoy aquí principalmente como su sacerdote y pastor. Inspirado por las palabras de San Pedro en los Hechos de los Apóstoles 3: 6 donde dijo: “No tengo plata u oro, pero lo que tengo, te lo doy. En el nombre de Jesucristo de Nazaret, camina.” También digo: “No tengo el tipo de riqueza que muchos de ustedes pueden tener. No estoy aquí para competir con la experiencia de nadie. No estoy aquí para demostrar que soy el mejor. Lo que tengo es a Jesús en mi corazón. Y este Jesús es lo que compartiré con ustedes. Que la personalidad de Jesús sea más fuerte que la nuestra para que todos podamos levantarnos y caminar juntos en su nombre. El milagro de la fe ocurre en un ambiente de confianza, participación y compasión; y nunca, nunca, en un ambiente de división, de interés propio y desconfianza.

Me parece providencial que el evangelio durante mi primera misa de fin de semana sea sobre el milagro de los 5 panes y los dos peces. Debido a que este milagro es tan espectacular, tendemos a olvidar que en realidad hay otro milagro antes de la multiplicación de los panes y dos peces. Y allí Jesús nos dio la razón por la cual realizó estos milagros. El evangelio decía: “Cuando desembarcó y vio a la gran multitud, su corazón se conmovió por ellos …” Otra traducción lo expresa de esta manera: “Cuando salió, vio a la gran multitud y tuvo compasión de ellos”. … ”Entonces, la razón de los milagros posteriores fue la muestra de compasión de Jesús. Se conmovió con lástima. Y este mismo versículo continúa: “Y curó a sus enfermos”. Este fue el primer milagro. No fue suficiente para Jesús mostrar preocupación y compasión. Se involucró en la condición de los enfermos y encontró formas de cambiar sus vidas. Él hizo lo que dijo que iva hacer. Él curó a los enfermos.

Después de curar a los enfermos, fue el turno de sus discípulos de mostrar su preocupación a la multitud. ¡Y lo hicieron! Estaban preocupados por ellos porque ya se estaba haciendo tarde, y estaban en un lugar desierto. Era una preocupación legítima, ¿no? ¿Pero cómo iban a hacer lo que habían dicho que iban hacer? Al pedirle a Jesús que “despida a las multitudes para que puedan ir al pueblo y comprar comida ellos mismos”. A diferencia de Jesús, los discípulos eligieron el camino fácil: “Despedir a la multitud”. Querían despedir a la multitud porque no tenían suficiente dinero. Querían despedir a la multitud porque no podían alimentarlos a todos. Querían despedir a la multitud porque no querían ser responsables de esas personas. Querían despedir a la multitud porque significa menos dolor de cabeza para ellos. Sí, despidelos Señor!

¿No lo hacemos nosotros también? Cuando las cosas no suceden según nuestro gusto, cuando surgen problemas o molestias y nuestros propios intereses individuales o personales están en juego, cuando consideramos las preocupaciones de los demás más como una carga, cuando nos negamos a dar algo porque no podemos obtener algo fuera de eso, oh sí, ¿por qué no, descartarlos! Como dijo el Papa Francisco: “Si la compasión es el lenguaje de Dios, con frecuencia el lenguaje humano es el de la indiferencia”. Espero y rezo para que cuando no me encuentre a la altura de sus altos estándares y expectativas, no llame al obispo de inmediato y le pide que despida al Padre Demetrio.

No hay un hogar perfecto, no hay un lugar de trabajo perfecto, no hay una parroquia perfecta. Pero estas imperfecciones pueden abordarse si todos traen su parte de pan o pescado, es decir, su parte de regalos. Y cuán cierto es que el más ruidoso suele ser la persona que ni siquiera contribuye. Las soluciones a muchas de nuestras inquietudes y preocupaciones están muy cerca, o quizás dentro de nosotros. Por eso Jesús les dijo a sus discípulos en nuestro evangelio: “denles de comer”. La comida o la solución a nuestras preocupaciones están a nuestro alcance. Todo lo que necesitamos hacer es traer todos nuestros regalos a Jesús. Son sus bendiciones las que pueden multiplicar nuestros dones. Es porque Jesús es el único que es la fuente de recursos ilimitados.

A medida que desarrollamos compasión, nuestros corazones se abren. Y cuando nuestros corazones están abiertos, la gracia de Dios puede fluir en abundancia. Todos nosotros estaremos satisfechos, y habrá sobras para que podamos dar y compartir aún más. Amén.