The Final Miracle

Doers of the Word
Wednesday of Holy Week 2021
The Final Miracle.

Picture it: an intimate scene of the Last Supper and the brutal scene of betrayal in a peaceful garden. The ordeal begins with Jesus praying in a quiet, cool grove of olive trees, with three of his disciples waiting sleepily outside. Inside the garden, all is peaceful; outside, the forces of evil are on the loose.

An armed guard makes its way toward the garden. Does Jesus feel afraid and abandoned? Lying face down on the ground, he prays. The future of the human race comes down to this one weeping figure whose “sweat is like drops of blood falling to the ground.” (Luke 22:44).

Peter is prepared to fight evil by force. When he hacks off a guard’s ear, however, Jesus stops the violence and performs his final miracle: He heals the guard. (Luke 22:50-51).

Although Jesus has the power to defend himself – he could dispatch squadrons of angels – he will not use it. When the disciples realize that they can expect no last-minute rescue operation, they all flee. Fear extinguishes their last flicker of hope. If Jesus will not protect himself, how will he protect them?

Who is really in control in this mad scene in Gethsemane? Jesus, not Judas, not the mob and not the high priest – acts like the one truly in control. “Tell us if you are the Messiah, the Son of God,” the high priest demands. Jesus finally answers, “You have said so.” (26:63-64).

That admission condemns Jesus to death, for the members of the Sanhedrin have a different expectation of the Messiah. They want a conqueror to set them free by force. Jesus knows that only one thing – his death – will truly set them free. For that reason, he has come to earth.

How would you respond if your life were threatened because you were a follower of Christ?

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Hacedores de la Palabra
Miércoles de Semana Santa 2021
El milagro final.

Imagínelo: una escena íntima de la Última Cena y la escena brutal de la traición en un tranquilo jardín. La prueba comienza con Jesús orando en un tranquilo y fresco bosque de olivos, con tres de sus discípulos esperando adormilados afuera. Dentro del jardín, todo está en paz; afuera, las fuerzas del mal andan sueltas.

Un guardia armado se dirige hacia el jardín. ¿Jesús se siente asustado y abandonado? Tumbado boca abajo en el suelo, reza. El futuro de la raza humana se reduce a esta única figura que llora cuyo “sudor es como gotas de sangre que caen al suelo”. (Lucas 22:44).

Peter está preparado para luchar contra el mal por la fuerza. Sin embargo, cuando corta la oreja de un guardia, Jesús detiene la violencia y realiza su milagro final: cura al guardia. (Lucas 22: 50-51).

Aunque Jesús tiene el poder de defenderse a sí mismo, podría enviar escuadrones de ángeles, no lo usará. Cuando los discípulos se dan cuenta de que no pueden esperar una operación de rescate de último momento, todos huyen. El miedo extingue su último destello de esperanza. Si Jesús no se protege a sí mismo, ¿cómo los protegerá?

¿Quién tiene realmente el control en esta loca escena en Getsemaní? Jesús, no Judas, ni la turba ni el sumo sacerdote, actúa como el que verdaderamente tiene el control. “Dinos si eres el Mesías, el Hijo de Dios”, exige el sumo sacerdote. Jesús finalmente responde: “Tú lo has dicho”. (26: 63-64).

Esa admisión condena a Jesús a muerte, porque los miembros del Sanedrín tienen una expectativa diferente del Mesías. Quieren un conquistador que los libere por la fuerza. Jesús sabe que solo una cosa, su muerte, realmente los hará libres. Por eso ha venido a la tierra.

¿Cómo respondería si su vida estuviera amenazada por ser un seguidor de Cristo?