Fifth Sunday of Easter – A Message from Father Lucas

We learn from the Acts of the Apostles that at the beginning of the Church, prayer and the preaching of the Gospel were the most important priorities. However, even before this first Christian community grew and opened its doors to other peoples and traditions, new challenges calling for distributive justice appeared within the Faith family. The disciples supplied a twofold response to this challenge:

  1. They summoned those men who lived as true disciples of the Lord, because their lifestyles were consistent with His Gospel.
  2. They introduced the ministry of Charity.

It is this evangelical lifestyle, permeated with prayer, that enabled the first Christian community to achieve the delicate balance of prayer and service that formed the foundation of the Church of God.

From this episode emerges a people that lives an orderly communion–one in which each finds and performs his task, without losing sight of unity.  Differences are not denied or repressed, but are lived within the framework of communion, thus becoming a source of wealth.

Consequently, we can conclude that the laity are effective in their ministry if they are spiritually prepared. Only in this way can they be genuine extensions of the ministry of Christ to the hungry, the sick, and the troubled world of today.

The Church will always need people from various groups to be entrusted with Her outreach ministry of Charity. It is my prayer that an encounter with Covid-19 has given to our Christian life a new horizon and a decisive direction characterized by prayer, teaching and corporal works of mercy. Our common vocation to holiness of life invites us to become a communion for the mission.

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El Quinto Domingo de Pascua de parte del Padre Lucas

De los Hechos de los Apóstoles aprendemos que al comienzo de la Iglesia, la oración y la predicación del Evangelio eran las prioridades más importantes. Sin embargo, incluso antes de que esta primera comunidad cristiana creciera y abriera sus puertas a otros pueblos y tradiciones, aparecieron nuevos desafíos que pedían justicia distributiva dentro de la fe familiar. Los discípulos disdejaron una doble respuesta a este desafío: Convocaron a aquellos hombres que vivían como verdaderos discípulos del Señor, porque sus estilos de vida eran consistentes con Su Evangelio. Presentaron el ministerio de la Caridad. 

Es este estilo de vida evangélico, impregnado de oración, el que permitió a la primera comunidad cristiana alcanzar el delicado equilibrio de oración y servicio que formó el fundamento de la Iglesia de Dios. 

De este episodio surge un pueblo que vive una comunión ordenada, una en la que cada uno encuentra y realiza su tarea, sin perder de vista la unidad.  Las diferencias no se niegan ni se reprimen, sino que se viven en el marco de la comunión, convirtiéndose así en una fuente de riqueza. 

En consecuencia, podemos concluir que los laicos son eficaces en su ministerio si están preparados espiritualmente. Sólo así pueden ser verdaderas extensiones del ministerio de Cristo a los hambrientos, a los enfermos y al mundo atribulado de hoy. La Iglesia siempre necesitará personas de varios grupos para que se confíe en su Ministerio de  Caridad de Alcance. Es mi oración que el    encuentro con Covid-19 ha dado a nuestra vida cristiana un nuevo horizonte y una dirección decisiva caracterizada por la oración, la enseñanza y las obras de misericordia corporales. Nuestra vocación común a la santidad de la vida nos invita a convertirnos en comunión para la misión.